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Domingo 14 de julio de 2024
Por Oscar López Reyes
Palacio Nacional |
Estos son días de ansiedades y tensiones de servidores públicos -desde la cúpula hasta el tronco-, que se acelera conforme gira la válvula del tiempo, y que redondea comprensivo, porque están en juego La Dulcinea y la miga de pan que alimenta para la vida. En ese otear aguijoneado por la presión, Abinader Corona sabrá tirar el carruaje, desde un caballo de memoria encendida -que reconoce los sonidos a larga distancia-, y tocar proporcionadamente las cuerdas para cotejar a unos y otros en ese jardín con frontera llamado administración pública.
En el cuadrante cabecean soñolientos -sin descifrar aquel escenario en que despertarían con pesadillas- tres componentes. A saber:
1.- Los que en las campañas electorales de 2020 (no han conseguido ninguna ubicación) y en el 2024 trabajaron incansablemente, y anhelan decretos, sin importar sus numeraciones.
2.- Los que están nombrados y quieren que los dejen en el mismo sitio. Son numerosos los que aspiran a alcanzar las hazañas de cinco respetables dominicanos que han servido, consecutivamente, a los presidentes Leonel Fernández, Danilo Medina y Luis Abinader. Ellos son Héctor Valdez Albizu, desde la gobernación del Banco Central; Gloria Ceballos, en la dirección de Meteorología; Roberto Cassá, en el Archivo General de la Nación; Ellis Pérez, en la presidencia de Radio Televisión Dominicana y Juan Manuel Méndez, en las direcciones del Centro de Operaciones de Emergencia (COE) y Emergencias Médicas del Servicio Nacional de Salud (SNS).
3.- Los que están guisando e inhalan aires rozagantes, inspirados en el antojo de ser ascendidos a sillones más espaciosos.
Ha sido norma del presidente Abinader Corona estudiar el perfil del requiriente a cargos estatales -además del currículum suponemos que pide su ficha en la Dirección Nacional de Investigación (DNI) y a partir de esa evaluación procede a consultar al seleccionado, antes de emitir el decreto. En otros interines manda a llamar a los pretendientes por intermedio de comisionados especiales. Quién no ha sido llamado, tendrá que medirse la temperatura con un termostato, ya sea manual, electrónico o inteligente, para entender qué momento deberá comenzar a dar vueltas y a cuáles dioses pedir auxilio.
El presidente Joaquín Balaguer, durante sus gobiernos 1966-1978 y 1986-1996, rotaba a funcionarios y designaba a ciudadanos sin consultarles. Unos aceptaban complacidos y otros a regañadientes. Algunos los rechazaron.
Antes del arribo del 16 de agosto, pretendientes gubernamentales habrán de usar aparatos de medición de temperatura y control emocional, y el presidente de la República tendrá que apelar a una metodología o métrica, con una escala porcentual, asistido por técnicos, para calcular la escala de satisfacción, o el aspiracional de correligionarios.
En marketing medimos, con fichas técnicas y cuestionarios, la satisfacción de los usuarios o clientes en torno a la calidad de los servicios y la confianza, y para los cargos oficiales se ha hecho habitual evaluar el aporte a la campaña comicial. Ahora se impone matizar en la preparación, la capacidad del sacrificio para el ahorro, la integridad, la prestancia social y la propuesta de trabajo con indicadores realistas.
A todos tendremos que aplicarles algún tipo de satisfacciómetro gubernamental. Entre las variables a tomar en cuenta resaltan los funcionarios que han mostrado idoneidad -comprobada por los indicadores de desempeño del Ministerio de Administración Pública (MAP) y transparencia; los compañeros del partido y los amigos tradicionales del jefe de Estado, que lo defenderán a capa y espada, en las circunstancias más adversas, en el poder y fuera de ese señorío.
Entran en el ajedrez los que han ejercido la función pública profesional y honradamente (la meritocracia); los aspavientosos, que rastrean y tantean para naipear o defraudar con propuestas subjetivas y sin sustentación técnico-científicas, y los que merodean alrededor de todos los mandatarios, a los que no les guardan fidelidad alguna en trances enojosos y mortificantes.
En el tablero pululan pescadores de riquezas, que se valen de relaciones y nombradías para impresionar y sorprender; chantajistas mediáticos, que solo apagan sus voces con canonjías; empresarios que saben cómo llegar y obtener la aprobación de proyectos, y gremialistas que levantan todas las banderas, para preservar “conquistas reivindicativas colectivas”.
Ansiamos que el buen juicio que han acompañado al mandatario y sus correctas valoraciones, entrecruzando variables en cada candidato, sacarán el gabinete más apropiado para estos tiempos de volatilidad global y reforma estatal. Eso no quita que, supletorio a las pinceladas precedentes, en la atracción de los puestos públicos zumben la utopía de la lejanía y el pragmatismo de la cercanía. También, que respiremos profundamente, sin dar cabezazos, recemos/oremos, bajo este grito: ¡Dios, mete tu mano!
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